Transformación y luz

IMG_2502.JPG

Les voy a contar la historia de una mujer que vivía aparentemente feliz.  

Era una mujer controladora, su enojo se intensificaba en cuestión de segundos, no tenía autocontrol, su rostro se transformaba cada vez que se enojaba.  Le era casi imposible tener relaciones interpersonales, ella pensaba que sus familiares estaban muy dañados por sus comportamientos enfermos.  Estaba tan avergonzada de su forma de ser y de sus sentimientos que día a día se esforzaba por esconderlo, para ella su lado obscuro era lo peor que le podía pasar, tanto lo escondió que se fue alejando de sus sentimientos; dejó de sentir.

Esta mujer un día se dio cuenta que estaba dentro de un témpano de hielo.  Al principio le daba frío y trataba de escapar, pero no sabía cómo.  Con el tiempo se acostumbró a vivir en ese témpano, y cada vez las capas de hielo fueron más gruesas, su mundo era gris y blanco, no se atrevía a llegar al negro, pero tampoco a ver el color.  Tanto se acostumbró que pensó que ésta era la mejor forma de vivir.  

Un día, esta mujer vio una luz, de colores púrpura suave, dorado y naranja arriba de ella.  Ella trató de alcanzar la luz, se esforzó, pero las capas de hielo eran tan pesadas y gruesas que no lograba alcanzarla.  Le pidió a Dios que le ayudara a alcanzarla para salir de esa situación que le daba frío y soledad.  

Entonces escuchó una voz que le dijo, “esa luz es imposible de alcanzar desde afuera, debes entrar dentro de ti para poderla alcanzar”.  

La mujer no entendió.

Entonces bajó la mirada hacia su pecho y vio que la luz que veía afuera estaba allí, dentro de su pecho; era fuerte y cálida de un gran brillo y belleza. 

La mujer preguntó de nuevo a Dios “¿cómo llego a esa luz, que debo hacer para que sea lo suficientemente caliente para derretir el hielo que me cubre y dejarme en libertad?”

La voz de nuevo le respondió “debes conectarte con tu esencia, aceptarte tal cual eres, aceptar tus cualidades y tus defectos, conectarte con tu fuerza interna que hará que esa luz brille y caliente de nuevo y  así derrita ese hielo  que un día pensaste que te alejaba de sufrir, pero que hoy descubriste que te hace prisionera”. 

La mujer temblaba de miedo, y dijo “tengo miedo, todo se ve muy obscuro”, empezó  a pedir a Dios que le iluminara para saber cómo iniciar el viaje hacia su interior, para luego salir de ese témpano de hielo. 

Entonces vio la imagen de un tigre blanco, fuerte, robusto, hermoso, con grandes deseos de salir de una cueva de hielo.  

Se impresionó al ver que éste se armó de valor  y coraje y saltó lo más fuerte que pudo hacia la superficie.  

La mujer vio en el rostro de aquel tigre, el deseo de supervivencia, el deseo de ir a un mejor lugar, quizá por alimento, quizá por compañía, quizá por cambios en su vida.  

Ella tomó esto como ejemplo, se armó de valor y oró porque su fuerza interior fuera tan fuerte, que rompiera desde adentro ese hielo que le había limitado por tanto tiempo; se dio el permiso de volver a sentir, de volver a llorar, aceptó todo su ser tal cual era y estuvo dispuesta a luchar por ser auténtica. 

Entonces inició su liberación.

Ese témpano de hielo se fue derritiendo desde adentro. Cada vez se veía más esa luz que la iluminaba y le hacía ser bella y grande,ç.

Aceptó su grandeza y su pequeñez, aceptó sus cualidades y sus defectos, se aceptó a si misma y se vio con misericordia, a la vez que pedía a Dios que la recibiera con misericordia, que le permitiera ser feliz, dar y recibir amor, que le permitiera estar conectada con su esencia para siempre, que le permitiera ver lo maravilloso que es estar viva.  

Ahora, la luz y la obscuridad son su camino, no trata de escapar de ninguna de las dos, su luz interior es la que le guía.  A veces cae y se levanta, lucha y se esfuerza, trata de fluir a un mismo ritmo con la energía divina de Dios; le pide a Dios diariamente que le permita fundirse con su esencia, y actuar desde ahí con compasión, serenidad y certeza.

La acompaña la luz de la fe y su deseo de ser mejor cada día.  No siempre lo logra, pero no se rinde, está segura que tiene un propósito en la vida, lucha por lograr ese propósito conscientemente y  sabe que cuando muera las semillas sembradas serán su recompensa. 

Esta es la historia de mi vida.

Muchos huimos de la obscuridad, aun cuando sabemos que de la obscuridad viene la luz, que no sería posible ver las estrellas sin obscuridad, que sin obscuridad no podríamos apreciar esos días de luna llena.  

 

Dunia de Morales, Mayo 2013

 

 

 

 


Dunia Dubon